EDUCAR EN LA RELACIÓN HOMBRE-NATURALEZA
Manuel Hernández Pérez
Sociólogo e historiador. Facultad de Sociología-SEA
de la Universidad Veracruzana
Introducción
La cumbre climática que se celebrará a comienzos del mes de diciembre del presente año en Copenhague, no tiene buenas perspectivas, aun antes de que comience, debido sobre todo a que los países industrializados (G-20) no tienen una intención firme de reducir las emisiones de gases invernaderos. Estados Unidos y China, son dos de los principales emisores de estos gases, pero no se ve que vayan a comprometerse a firmar lo que allí se acuerde, sobre todo porque dos de las propuestas que se están manejando no cuentan con la aprobación del grupo de los 20 países más industrializados del planeta, sobre todo en lo relativo a transferir tecnología de punta a los países pobres y aportar dinero para mantener las áreas boscosas de estos países.
Educar a la sociedad para que aprendamos a tener una relación más amigable con la naturaleza es hoy en día una necesidad, atrás quedaron los buenos deseos de cuidar al planeta porque ello demostraba que éramos civilizados, hoy en día cuidar del medio ambiente es una cuestión de vida o muerte de la especie humana.
La cultura occidental trajo consigo (sobre todo después de la ilustración) un deseo de dominio sobre los diferentes reinos de la vida animal y vegetal del planeta por parte del hombre. Con la llegada del modo de producción capitalista, esta relación se exacerbo al grado de encontrarnos al borde de una catástrofe ambiental, la sociedad de consumo actual privilegia lo material sobre lo espiritual en esta relación, por ello es necesario hacer un alto y reflexionar acerca de qué nuevo rumbo debemos tomar para tender nuevos puentes entre hombre y naturaleza donde ninguno salga perdiendo, sino por al contrario sean complementarios y podamos asegurar el futuro de la especie humana.
Hemos entrado al siglo XXI con muchos problemas medioambientales, sólo basta mirar nuestras calles, nuestros ríos y bosques; nuestro modo de vida, que cada día cobra más espacies de flora y fauna extinguidas.
El futuro está en nuestras manos, pero sobre todo en manos de los poderosos del dinero, ellos son los que deben hacer un viraje en este rumbo que hemos tomado para bien de todos los que habitamos este planeta, como bien lo plantea el historiador Eric Hobsbawm, que la solución de todos estos problemas comienzan por una decisión política antes que técnica, allí está el inicio de nuestra salvación como planeta.
La cultura occidental y el medio ambiente
El debate sobre la sostenibilidad tiene muchos siglos de existencia, como bien nos lo plantea Leonardo Boff (Boff, 2008), surgió de la percepción de escasez, ya que las potencias coloniales e industrializadas destruyeron los recursos naturales (sobre todos los bosques) de sus propios territorios para alimentar la naciente industria y para los barcos con los cuales transportaban sus mercancías y sometían militarmente a los demás pueblos de la tierra. Esta historia es muy vieja. De esta situación surge la pregunta ¿cómo administrar la escasez? La historia posterior está teñida de conquistas y el avance del “progreso europeo”, que hoy día tiene en jaque al planeta. A continuación planteamos algunas reflexiones en la búsqueda de dejar la inquietud de no sólo pensar sobre nuestros problemas ambientales actuales y futuros, sino también hacer historia de estos procesos y constatar que tienen una prehistoria y que si se hubiese tomado otro rumbo, estaríamos en otra situación.
El historiador Lynn White (White,1967) opinaba que al darse la sustitución del animismo pagano por el monoteísmo judío y el control y dominio del hombre sobre la naturaleza, contenida en el libro del Génesis, ha contribuido de manera importante a que se afecte al medio ambiente a través de la tecnología, los conjuntos de herramientas modernas serían el instrumento inventado por la sociedad cristiana occidental para hacer realidad el mandato de Dios de dominar la tierra; el triunfo del cristianismo sobre el paganismo fue un cambio trascendental, fue “una revolución psíquica” de las más grandes de la cultura occidental. Se pasó del respeto basado en el temor a la naturaleza, a la explotación de la misma, el cristianismo posibilito este proceso. (Álvarez, 1993:165). Aquí hablamos del cristianismo como una cultura, como una forma de vida y no tanto como una religión o creencia en cierta divinidad. Esa cultura en cierta forma ha posibilitado que la relación entre hombre y naturaleza no sean de armonía y respeto, sino de control y utilización, la narración del Génesis nos da la idea de que Dios creó el mundo para que el hombre se sirviera de él y lo utilizará para su bien. Este planteamiento puede ser muy controvertido, pero plantearlo nos da la posibilidad de analizar de una manera distinta y más crítica la situación que mantenemos las sociedades del siglo XXI con nuestro entorno natural.
Si revisamos el primer capítulo del Génesis, podemos constatar que efectivamente se mandata al hombre para que domine lo que está sobre la faz de la tierra, los peces del mar, las aves del cielo y en las bestias y alimañas, pero sobre todo en el versículo 28 del mismo capítulo se remarca la idea de sometimiento de la tierra por parte del hombre. Este mandato puede entenderse como la libertad para usar la naturaleza a su antojo. De hecho el desarrollo fue de la mano del desarrollo del cristianismo.
Y en el capítulo 2 versículo 19, se le da la autoridad al hombre para que le ponga nombres a todas la criaturas: “Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera”(Génesis 2,19). En la cultura judía, poner nombre a las cosas o animales es símbolo, señal de pertenencia, de que se tiene autoridad sobre lo nombrado (Álvarez,1993).
Siguiendo en la misma línea, Robert Nisbet (Nisbet, 1998) nos plantea que existe un parentesco o relación entre las ideas de providencia y redención en la tradición cristiana y las ideas de progreso; en su análisis va hasta la antigüedad griega y nos demuestra cómo la idea de progreso ya venía desde aquellos tiempos, pero muy relacionadas con los aspectos sagrados de aquellas culturas y plantea una idea que se relaciona con lo dicho por Whitte, en el sentido que al decaer la religiosidad en la segunda mitad del siglo XX, la idea de progreso entra en crisis con las consecuentes implicaciones de la crisis moral que vivimos hoy.
Estas reflexiones de Nisbet son importantes en los momentos actuales, porque nos deben llevar a reflexionar sobre el tipo de progreso que estamos impulsando, que en cierta forma está devorando al planeta, también los ámbitos laborales y cultural. La defensa del progreso no implica que desatendamos el desastre ecológico y mucho menos desentendernos de la justicia social.
El rescate de la relación hombre-naturaleza debe pasar por una visión humanista del desarrollo, no la idea tradicional moderna del progreso que considera la riqueza del planeta como inacabable. Realizar un recorrido histórico de estos procesos siempre es ilustrativo.
Para el historiador y geógrafo Alfred W. Crosby el proceso histórico del imperialismo trajo para muchos lugares conquistados por los europeos el desastre, al llevar consigo enfermedades, otras especies de flora y fauna novedosas para las nuevas tierras, muchas de ellas parásitos y destructoras de otras especies en la tierras de llegada; que implicó un choque que destruyó tanto a personas, plantas y animales que no pudieron resistir esta invasión colonizadora (Crosby, 1999).
En el futuro los dos problemas centrales de la humanidad serán los relacionados con el crecimiento demográfico y los de carácter ecológico. Ya sea que el crecimiento de la población se estabilice en las primeras décadas del siglo XXI o no, esto repercutirá en las desigualdades entre países ricos y los periféricos, debido a que es más probable que el crecimiento de la población se estacione en los primeros, mientras que en los segundos siga creciendo con las consabidas consecuencias: empleos mal pagados o la migración, ante la cual se están levantando cortinas y muros para detenerla. En relación con los problemas ecológicos, la alarma ya está encendida, ya no podemos esperar siglos para enfrentarla, sólo nos quedan a lo mucho décadas, en esos términos tenemos que pensar y actuar (Hobsbawm,1998:560-561).
La crisis ecológica que ya está con nosotros tiene tres características básicas, si la vemos desde la sociología: es global y por lo tanto tiene que ser atendida por todos los países, en segundo lugar las políticas ecológicas deben ser radicales, pero con mucho realismo y por último si se toman medidas radicales los más afectados serán los países pobres, debido a que ellos quieren más desarrollo y no detener su camino hacia el progreso.
Enseñar caminos para salvar al planeta
Muchas veces nos preguntamos qué podemos hacer como docentes para enseñar a nuestros alumnos a tener una postura más tolerante y respetuosa de la naturaleza y el medio ambiente. A mi parecer la respuesta más inmediata está en nuestra propia postura que tenemos ante estos temas, si fumamos, no tenemos un uso racional del agua, la luz eléctrica, la basura en nuestros hogares, entonces podemos comenzar a preguntarnos si no será que sólo estamos reproduciendo en nuestros alumnos nuestra propia cultura de la depredación sobre el medio ambiente.
Enrique Leff, uno de los especialistas en cuestiones del medio ambiente en México, nos plantea que para poder abordar los problemas ambientales se tiene que tener una visión de complejidad, es decir, no podemos abordarlo desde un solo punto de vista o disciplina científica, eso supone que los temas y discusiones acerca del medio ambiente deben ser trasversales a toda la enseñanza de los alumnos, es decir, no importa la materia o saber que enseñemos, debe estar relacionado con las cuestiones ecológicas (Leff,2000)
La educación ambiental en las escuelas debe estar fincada en un proceso histórico y de diálogo, es decir, con el conocimiento de los procesos de desarrollo de cada país, de cada región donde se educa y a la vez en constante diálogo con los distintos saberes y espacios de la sociedad. Además el binomio educación-ambiente, sólo debe ser el punto de partida de nuestra reflexión, porque en un futuro debe desaparecer, porque una educación o es ambiental o no es, pues debe conducirnos hacia un nuevo estilo de vida y un nuevo modelo de desarrollo menos destructivo (Luzzi, 2000: 159).
La educación ambiental está inmersa en la complejidad de nuestra sociedad, además las ciencias de la educación, son deudoras de las demás disciplinas, donde se manifiestan los más diversos intereses y saberes de la sociedad. De hecho la escuela es una especie de microsociedad donde interactúan las más variadas formas culturales: económicas, políticas, religiosas, raciales y donde se encuentran también todas las personas que tienen que ver con el proceso educativo en sí: alumnos, docentes, padres, funcionarios. Allí se entrecruzan muchos intereses y saberes, pero también es un espacio de oportunidades para aplicar la lógica del saber-hacer, es decir, adquirir conocimientos que contribuyan a mejorar nuestra sociedad con un sentido más ecológico y más democrático.
Conclusiones
La historia de la humanidad está llena de momentos centrales de cómo el hombre se ha relacionado con la naturaleza, de esta relación han resultado muchos de los problemas que hoy padecemos. Desconocer estos procesos es dejar de lado la posibilidad de reflexionar acerca de ellos y poder sacar enseñanzas para nuestro presente. No debemos olvidar que lo que le hagamos al planeta será determinante para nuestro futuro próximo, atrás quedaron las ilusiones del progreso avasallador, de las riquezas naturales ilimitadas, hoy estamos a la puerta de un verdadero desastre si no somos capaces de generar una nueva relación entre hombre y naturaleza, no como dos polos diferentes, sino como complementarios, sin los cuales no podremos construir un mundo mejor.
Cuando hablamos de protección del medio ambiente, también allí está presente una reflexión y meditación sobre lo que somos y nuestra relación con nuestro planeta y los resultados catastróficos que hemos obtenido por no saber mantener una relación armoniosa con nuestro entorno. Queda pendiente esta deuda con el medio ambiente por parte del hombre moderno, reconocerlo es un primer paso para tener una mirada diferente sobre nuestra relación con todo lo que nos rodea.
Bibliografía
Álvarez Andrés S., (1993) “¿Es la religión judeo-cristiana
responsable de la crisis ecológica?” En revista
Iztapalapa Núm. 31 UAM-Iztapalapa. México.
Biblia de Jerusalén, (1980) Desclee de Brouwer. España
Boff Leonardo “Historia de la sostenibilidad” En
www.miradaglobal.com
Crosby Alfred W., (1999) Imperialismo ecológico, Crítica,
España.
Hobsbawm Eric (1998) Historia del siglo XX. Crítica, España.
Leff Enríque (2000) “Pensar la complejidad ambiental” En
Enrique Leff (coordinador) La complejidad ambiental,
Siglo XXi, México.
Nisbet Robert (1998) Historia de la idea de progreso, Gedisa,
España.
White Lynn (1967) “Historical Roots of Our Ecological Crisis”
(La raíces históricas de nuestra crisis ecológica),
Science, Vol. 155 No. 7, marzo 10, 1967, pp. 1203-
1207.
Luzzi Daniel (2000) “La ambientalización” de la educación
formal. Un diálogo abierto en la complejidad del
campo educativo” En Enrique Leff (coordinador) La
complejidad ambiental, Siglo XXi, México.
foto: Nancy Ortiz